Odiando el reflejo de la nada...

Apretando los puños por detrás de la espalda me detengo para sentir...
¿Sentir qué?
El aire, la vida, la víspera, el amor, la agonía quizás...
Hoy me resulto extraña a mi propio mundo; no dudo que ahí siga, sólo que...
ajena.

Buena día para darte cuenta de que no tienes idea de quién es la extraña con la que duermo y vivo. Con la que día y noche peleo.
Insesante necesidad de salir de ella, de quitarme del paso de esa persona irreconocible, por demás nada sensata, que tiene la neurona apagada.
Este mareo no se va y los colores se quitan de mi cabeza, no sé, no estoy, no soy, no respiro.
Amarillo, ¿es posible ver amarillo?
¿Es posible ver algo en absoluto con esta falta de uno?
No lo sé.


Sé que me necesito como antes y que no estoy, que toco la puerta y no quiero responderme; sé que mis sinsentidos jamás tomarán forma de algo lógico para alguien, para nadie, para mi...
Y aún recostándome en las cajetas de la vida - mieles para la mayoría amante de algo con sentido guiado - no logro satisfacer la sed de interiorisar y ver qué es lo que pasa, me da miedo... pavor suena mejor.

Y es que ese "ver pa'dentro" me frustra, por fuera no es nada bonito reconocer en el espejo que juzga a la extraña, a la conocida y al a irreconocible. Tres personas, eso es lo que hay...

No, ¡no puedo! Me ciego automáticamente al primer intento no intentado; fallando, por demás, la idea de lograrlo. Me succiono al exterior y el vómito quimérico llega por la única imagen que proyecto a todos, a nadie, a mi...


Asco, ese es el único sentimiento que llega de mi hacia mi para mi sin ganas de ir más allá de la evidente falta de precencia grata para mi... Gustosa me he alejado de los diez mil cuchillos que me punzaban en el ego.



Maldito espejo.

¡Cobarde!

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