domingo, 14 de diciembre de 2008

Rueca

Para parecer de carne y hueso hoy no soy nada
sino un pinche témpano de hielo.
Se me ha ido toda vida, toda muerte,
todo sentido del tacto y del hambre.
El mínimo rasguño me provoca sangre.
Sangre casi negra, con miedo.
Se me despelleja la vida no hay mucho qué hacer.
Lo que se me ocurre es recuperarla
pero no hallo el cómo ni el por qué.
No me impulsa ni siquiera el yo o el nosotros o el ustedes.
Sigo porque me dijeron que es valiente
el que no se deja caer y el que lucha para
subir e ir hacia adelante, pero no encuentro
adelante a dónde ni adelante de qué.
Y es que el vacío se regresó y como gusano
empezó a comerme y dejarme como un cascarón,
como un pedazo muerto que no cubre nada,
que se despedaza.
Ya no me provoca alegría, ya no me provoca ni un
esbozo de lágrima, se secó mi lado izquierdo
y con él me sequé yo y se secaron mis labios y mis dedos.
Se secaron los recuerdos y se secó el presente, el futuro
sólo yace como un buen deseo de año nuevo -para otros-.
Es por eso y otras razones que te he dejado venir,
no con la esperanza de que me revivas,
no con el afán de sentir sino con las ganas de
recordar cómo es que se juega a no morir.
Ya no existía nada,
la nada estaba ausente;
ni oscuridad, ni lumbre,
-ni unas manos celestes-
ni vida, ni destino,
ni misterio, ni muerte;
pero seguía volando,
desesperadamente.
(«Vuelo sin orillas, Oliverio Girondo»)

1 comentario:

Unknown dijo...

'Ni unas manos celestes...'

También me llego a sentir vacío, sobre todo en días como hoy.