viernes, 7 de agosto de 2009

Cuando ella se acuesta en esa cama, vuela.
La historia de Renata no es otra si no esa. Vuela. Renata vuela.
Le dan alas, le dan alas al acostarse boca arriba y simplemente dejar que la saliva le abrace el cuerpo, que los besos la inunden de eso, de vuelos.
Llega el momento en que cierra los ojos y le toma fotos a todos esos lugares donde esos labios le erizan el momento, se estremece el cuello, los pies se mueven sin control. Renata alza el vuelo.
Y después, después no es otra cosa sino que él le guie el camino, que le alborote las alas. Y así lo hace, en cada abrazo, cada caricia, cada palabra al oido... vuelos.
Y es que él, él levanta sus vuelos. Y ella sabe que en el mundo no hay otro lugar donde prefiera estar, que hacer el amor, que volar con él, es simplemente perfecto...

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