martes, 2 de marzo de 2010

Cuenta la leyenda que me fui,
que retomé el camino que jamás había encontrado.
No me detuve por nada.
Ni tus manos, ni tus ojos, ni tu cara.
Los huesos me duelen,
se me cristaliza la calma,
poco a mucho conviertese en carnada,
y águilas desprecio la tragan.
Palabra de latitud exacta,
palabra que me sangra,
nadie mira, nadie nota
sólo se apartan...
Cuenta la leyenda que lentamente
la costumbre fue deslizandose
de a centímetros sobre mi piel,
acabandola, retomandola y volviéndola a acabar.
¿Cómo sentirse poesía cuando
sólo queda caminar?
Nada tiene sentido,
nada se halla con orden ni juicio en este lugar.

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