lunes, 19 de mayo de 2014

YO a veces (no todas) escribo con el corazón bien apretado. 
Mis puños no lo sueltan, 
le tienen miedo al miedo. 
a que se vuelva polvo, añicos. 
A que pase una ventisca de un mal amor.

Yo y mi corazón vagamos sin rumbo, 
escribimos y vivimos bien aferrados.
Amamos como poetas locos, 
empedernidos, dolidos, latiendo fuerte,
amando fuerte...

Dice una amiga que nos gusta el maltrato,
que el dolor es lo que nos hace vivos.
Yo digo que uno se acostumbra al cansancio, 
al desgaste de los amores turistas, pasajeros, 
aprovechados... Y si no duele se siente raro.

Uno se acostumbra a la muerte rara, 
ama y ama y de a cachitos se apaga. 
Deslate, pasa hambre y penumbra. 
Pero el corazón ya ha aprendido 
a jamás descolgarse de las manos, 
al menos no sin antes palpar el agua, 
la sal que nos hará de nuevo pedazos. 

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