Nunca, nadie es necesario...
Te claman indispensable,
hasta te van nombrando como el aire
y al final, cuando pasa el tiempo
te das cuenta que, como otras cosas,
tú y su historia
y los besos y los viajes y los planes
también son desechables.
Te botan fácil,
y te cambian el rostro y el nombre
y dicen amar y extrañar
y de nuevo
aludir una falsa necesidad
al nuevo destinatario.
Y te notas temporal,
de usar y tirar.
Suerte al darte cuenta,
tú, sí tú, la nueva...
Suerte al darte cuenta
que somos reemplazables.
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