sábado, 22 de febrero de 2014

Nunca, nadie es necesario...

Te claman indispensable,
hasta te van nombrando como el aire
y al final, cuando pasa el tiempo
te das cuenta que, como otras cosas,
tú y su historia
y los besos y los viajes y los planes
también son desechables.

Te botan fácil,
y te cambian el rostro y el nombre
y dicen amar y extrañar
y de nuevo
aludir una falsa necesidad
al nuevo destinatario.

Y te notas temporal,
de usar y tirar.

Suerte al darte cuenta,
tú, sí tú, la nueva...
Suerte al darte cuenta
que somos reemplazables.


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